miércoles, 30 de noviembre de 2016

Aún siendo la parada de mil caminos.

Y supongo que si lees esto es porque has vuelto o no te has ido y yo ya estoy lejos imaginando una y otra vez mis palabras en tu boca y recordando cómo me sentía cuando entre nosotros sobraban las palabras, pero el tiempo pasa y yo con él. Creo que la felicidad no es para los cobardes, por eso eché a correr viniéndome de frente el viento con la despedida que no nos dimos.
Ahora dime que no fue bonito, que no repetirías una y otra vez los besayunos en la cama y el café en la cocina. O en tus ojos, porque no hay nada que se te dé mejor que quitarme el sueño. O las ganas, pero siempre me las devuelves. Pero ahora ya no hay vuelta atrás. Imagino que la vida son etapas, que ayer estuve ahí y hoy ando buscando tu cara entre la gente. Me fui porque quería volar, porque tú también volabas. Porque me encanta revolverme, pisar otros mundos y, aún con los pies manchados de otro suelo, volver a ti. Siempre.
Me sé de memoria los pasos que hay entre nosotros, no hay camino que haya recorrido más veces.
Aunque supongo que no soy tuya ni tú eres mío, que no somos más que casualidad, pero siempre veré un poco de ti en mi y un poco de mi en ti. Porque aún volando a otros mundos, aún siendo parada de mil caminos, contigo he aprendido que no soy lugar sino destino, que por más que te abra la puerta no te vas. He aprendido a tener ambición, pues mi único objetivo es ser tu hogar, ese sitio al que, por más lejos que vueles, siempre quieras regresar.
Y es que, posiblemente, entre vuelos sin destino y caminos cruzados me he dado cuenta de que para hablar de nosotros no necesito la palabra amor.

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