miércoles, 19 de diciembre de 2018

Enero.

Ilusiones renovadas y trescientas sesenta y cinco oportunidades nuevas por delante. Una más si tienes suerte. Doce uvas en el cuerpo, una copa de champán y los besos de tu gente como primer regalo del año. Así se abre paso un nuevo capítulo de tu vida. Así es como se colorea la portada de un nuevo tomo de tu historia. Así es como se pone la primera foto de un nuevo álbum de recuerdos. Así, y no de otra forma, es como se deja atrás el dolor y el miedo de un año duro. Es la manera más sencilla de olvidar aquel adiós que no esperabas oír y el método más fructífero para poner punto y final a aquella pesadilla que cobraba vida y espacio entre las páginas de tu biografía. Qué duro. Año nuevo, vida nueva: ya se sabe.
Principio y un fin en un mismo nombre frío. Ruptura y nuevo vínculo. Y qué bonito es echar por última vez la vista atrás y reparar en todo a lo que has logrado dar portazo o ver todo el camino que ya has andado, darte cuenta de que has sido capaz, de que has podido. Mirar hacia abajo y ver tu mano entrelazada con aquel que en ese preciso momento te abrazó. Qué bonito es mirar hacia los lados y ver que no estás solo, que están ahí los soportes de siempre, que te sonríen y que no tienen intención de prescindir de tu presencia en su historia por comenzar cada enero, cada nueva oportunidad de hacer borrón y cuenta nueva. Qué bonito es sentir el calor del tacto, las mejillas sonrosadas y los nervios por la incertidumbre que presta este nuevo año. 
Enero es magia y la cuestión es creer en los trucos. Enero es la posibilidad de dejarse seducir por lo desconocido, dejar la puerta abierta para que se renueve el aire del habitáculo en el que te empeñas en vivir, es conformarse con empezar cada doce errores un nuevo ciclo. Y no, no es conformismo, es que baste con el cierre de unos círculos viciosos para darte cuenta de que enero es más. Siempre es más. Aunque no quieras, aunque te empeñes, da igual. El tiempo tiene la capacidad de pasar sus hojas por sí mismo. Sin pedir favores. Sin pedir permiso, él pasa.
Enero son manos tiritando, narices rojas y abrazos sinceros. Son despedidas en andén.
Enero son los calcetines de regalo de todos los años: siempre igual, pero diferente al mismo tiempo. Y acabas encontrándoles sentido. Siempre.
Por eso: enero.

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