domingo, 15 de enero de 2017

El lenguaje de tu cuerpo.


Lo siento, pero todavía no me creo que esté empezando a decir lo que siento. No puede ser verdad que me hayas cambiado tanto, y, perdona, no quiero que suene de malas formas, pero has arrasado con lo que en su día fui. He descubierto un mundo nuevo, un mundo en el que encuentro mi hogar en otra persona, en el que pasear de la mano es la mayor de las seguridades, en el que el tiempo se para a nuestro antojo, en el que no necesito nada más que un sitio y a ti para tener preparado el mejor de los planes. Hoy puedo decir alto y claro que los huracanes no siempre llevan nombre de mujer y que el verbo acabar no tiene porque esconder algo negativo. Tú acabaste con mis miedos, odios y rencores, con mi ira, con mis pensamientos negativos, con mis círculos viciosos. Acabaste con esa costumbre de no encontrar mi sitio, de no mirar hacia abajo por vértigo ni hacia arriba porque cualquiera estaba por encima de mi. Acabaste con eso de creer que conocía, acabaste porque una vez que te conocí a ti supe que todo lo que había conocido antes no era nada comparado contigo. Acabaste con ese tópico de bailar al compás de la música, a ti no te hace falta música para inventar la coreografía de la banda sonora de mi vida, no te hace falta que comience nuestra canción para sacarme a bailar, te basta con las ganas. Y eso es lo que tú me has dado: ganas. Ganas de comerme el mundo, de sentir, de reír a carcajada limpia por la más mala de tus bromas, de quedarme mirándote en silencio cuando duermes, de retarte a guerras de cosquillas en el sofá, a ver quién aguanta más mirando al otro para perder una y otra vez. Porque sí, contigo me gusta perder por esa manía tuya o nuestra en la que perder es ganar. Al final contigo siempre gano. Tú eres quien hace que las restas sumen.
Me he propuesto aprender el lenguaje de tu cuerpo, entender cada uno de tus movimientos, la forma en la que me miras, en la que caminas, en la que ríes, sonríes o lloras. Me he propuesto aprender la medida de cada uno de los vértices de tu cuerpo, medir el ángulo perfecto que forma tu cuello, la recta que trazas con tus besos por mi espalda una y otra vez, la distancia milimétrica que existe entre nosotros cuando no podemos estar más cerca, el perímetro de tus abrazos.
Contigo me propongo todo. ¿Contigo? Contigo todo.


No hay comentarios:

Publicar un comentario